Londres: Días 6 y 7

¡Milagro! Por fin podré hablarles más de mi increíble viaje, al fin un tema bonito... Ustedes preguntaron, yo respondo. 

Mi primer fin de semana en Londres representó aventuras en solitario, retos por tener que moverme sin internet y el descubrimiento de cosas nuevas. 

Y aunque lleve ya varias semanas en mi Ciudad de México; Londres representa para mí una aventura sin igual, la mejor que he tenido y una ciudad en la que me siento muy cómoda.

Éstos días, súper importantes, visité lo más famoso de la ciudad y me gusta creer que caminé por el mismo lugar que lo hicieron los personajes más famosos en la historia. ¿Quieren saber por qué?  ¡Vamos!


Sábado: Sexto día

No me enorgullece contarles que el día inició MUY tarde.
Lo que ocurrió fue que tenía demasiado sueño; incluso pensé que me quedaría todo el día en casa... Pero, me levanté, me bañé, me arreglé y me dije "Sal aunque no vayas muy lejos".
Al comentarle a Sally (la amable señora que me recibió en su casa) que quería recorrer los alrededores del barrio sin gastar en metro, ella me comentó que lo más famoso que se encontraba cerca era la llamada "Kenwood house" 

Kenwood House es un hermoso palacio del siglo XVII que ahora alberga una colección privada de arte. Lo rodea el Hampstead Heath, uno de los muchísimos pulmones de la ciudad. 
El complejo arquitectónico es tan bello y atemporal que varias películas y series han tomado lugar ahí, como Notting Hill, Bridgerton y Sensatez y Sentimientos. 

Pero en unos momentos más les comentaré sobre la historia del lugar.

Para llegar, llevé a cabo una caminata de más de 50 minutos (😩) Armada con mi mochila de dinosaurio y la única chamarra que me quedó, además de mis lentes de sol y las ganas de explorar. 
Me detuve a mirar todas las tiendas de caridad en la avenida que me llevaba a casa y visitar ese tipo de tiendas es una experiencia que igualmente sirve para aprender sobre la cultura londinense. 

En la caminata, pasé por un barrio súper exclusivo, lleno de casas que valen más de 5 millones de libras, con fachadas impresionantes y jardines envidiables. Es el tipo de lugar que te hace pensar en los privilegios de las personas y también, si se me permite ser sincera, el tipo de barrio que te hace querer salir de lo silencioso que es. 

Después de mucho caminar, llegué a Hampstead Heath y el paisaje fue de lo más inglés e impresionante. Me recordó tanto a Orgullo y Prejuicio, que imaginé al señor Darcy caminando hacia mí.



El lugar es enorme y tuve que caminar mucho más para llegar a Kenwood House, pero lo logré y es un lugar impresionante.

Resulta que la casa empezó como mansión en el siglo XVII, pero el gran momento llegó cuando la compró William Murray, conde de Mansfield, en 1754. Era juez (de esos de peluca como se acostumbra por allá) y contrató a Robert Adam, el arquitecto estrella de la época, para darle un look neoclásico chic. Adam se lució tanto que hasta creó la biblioteca más instagrameable del siglo XVIII. (No pude entrar a nada de eso porque llegué súper tarde)

Ahí vivió también Dido Elizabeth Belle, la sobrina mestiza del conde (hija de un marino británico y una mujer africana esclavizada). Imagínenese vivir en una mansión aristocrática siendo mujer racializada en ese tiempo… Su historia inspiró películas y debates porque desafió los prejuicios de la alta sociedad londinense.

Más adelante, la casa pasó por varios dueños y hasta fue prestada a aristócratas rusos exiliados (los Romanov wannabe). Pero el verdadero héroe fue Lord Iveagh, de la familia Guinness (sí, los de la cerveza). La compró en 1925, y al morir dejó la mansión y su colección de arte como regalo al pueblo británico. Gracias a él, hoy cualquiera puede entrar gratis y presumir de ver cuadros de Rembrandt, Vermeer y Turner como si nada.

Y como ya les comenté; una mansión con tanto drama y glamour no podía quedarse fuera de Hollywood. Varias películas se colaron en sus pasillos: Sense and Sensibility grabó escenas románticas entre sus muros, Notting Hill dejó su huella con Hugh Grant y Julia Roberts, y hasta la propia historia de Dido volvió a cobrar vida con la película Belle. Así que Kenwood House no solo es historia, también es toda una estrella. 

Chéquense, ahí está Hugh Grant.


Y aquí estoy yo 💕


En el lugar también hay un restaurante y una cafetería, ambos muy  bonitos y decidí tomar un café antes de continuar con el recorrido.

El lago y sus puentes me acogieron como si yo viviera ahí y en medio de los bellos paisajes, supe que vi cosas hermosas a pesar de no poder acceder a la galería de arte. Y también me tomé muchas fotos, porque era imposible no hacerlo.



También fuí casi atacada por gansos, pero obvio no les voy a enseñar eso. 


Después de mucho caminar (y unos horribles nuggets) regresé a casa, para prepararme para el siguiente día que empezaría muy muy temprano. 

Domingo: Séptimo día

Ahora sí... Dejándonos de juegos y planes improvisados, llegó el momento de conocer Londres de verdad. 
En mi primera visita, realicé con mis amigos un tour para conocer los principales lugares de Londres, los más famosos y bellos. Y en ésta ocasión, decidí acudir otra vez, aunque sola, me parece que es una experiencia que debe vivirse tantas veces como sea posible. 

El tour inició en Green Park. Resulta que Green Park es uno de los parques reales de Londres, y justo lo que lo hace famoso es… que no tiene flores 🌸. A diferencia de Hyde Park o St. James’s Park, aquí no se ven rosas ni jardines súper decorados. Todo es pasto, árboles y senderos. ¿Y por qué? Pues la leyenda cuenta que la reina consorte Catalina de Braganza (esposa del Rey Carlos II) mandó a quitar todas las flores del parque porque cachó a su esposo reuniendo flores para una de sus amantes. 

Más allá del chisme floral, el parque es importante porque está pegadito al Palacio de Buckingham y ha sido escenario de todo: duelos clandestinos en el siglo XVIII, celebraciones nacionales, y las famosas salvas de cañón que todavía hoy se disparan en ocasiones especiales.

Así que Green Park es famoso por su simplicidad elegante: sin flores, sin lagos ostentosos, puro verde en pleno centro de Londres. Un lugar que nació del drama cortesano y terminó siendo uno de los rincones más emblemáticos para escapar del ruido de la ciudad.

Y si caminan unos metros llegarán a...

(La imagen es de Internet)

El Palacio de Buckingham. 

El palacio que hoy todos identificamos con la realeza británica empezó bastante humilde. En el siglo XVIII no era más que la casa del duque de Buckingham, un caserón elegante pero nada del otro mundo. Fue el rey Jorge III quien se lo compró para su esposa, la reina Carlota, y ahí comenzó la transformación: de “casa fifí” pasó a ser residencia real.

El verdadero escándalo vino con Jorge IV, que tenía gustos muy caros y quiso convertirlo en palacio a lo grande. Mandó traer a arquitectos de moda, derribó y reconstruyó sin medida, y claro, se gastó una fortuna. Tanto que la prensa de la época lo tachaba de derrochador. Pero el resultado fue un palacio neoclásico imponente que ya empezaba a marcar territorio en el corazón de Londres.

Años después, con la llegada de la reina Victoria, Buckingham se volvió oficialmente la sede de la monarquía británica. Ella fue la primera en usarlo como residencia principal, y desde entonces es el centro de los momentos clave de la realeza: bodas, coronaciones, funerales y esos saluditos en el balcón que ya son tradición.

No me dejaron entrar porque el rey no estaba en casa (es mi amigo personal, obvio) y eso se sabe porque no se ondeaba la bandera de la familia real.


El palacio también ha tenido su lado novelesco: desde intrusos que lograron colarse a los salones (sí, hasta en los años 80 un hombre entró directo a la recámara de la reina Isabel II ), hasta rumores sobre pasadizos secretos que lo conectan con St. James’s Park y otras residencias. Y por supuesto, los famosos cambios de guardia, que empezaron como rutina militar y hoy son espectáculo turístico.

Cada cierto tiempo, se pueden ver a los guardias marchando hacia el palacio y como les digo, son todo un espectáculo. 

Así que Buckingham es famoso no solo por ser la “oficina” de la reina (ahora del rey Carlos III), sino porque sus muros guardan siglos de drama: ambición, gasto desmedido, romance, tragedias y hasta sustos inesperados. Todo en una mansión que, aunque empezó como casa privada, terminó siendo el escenario principal de la realeza británica.

Justo enfrente del Palacio de Buckingham está el Victoria Memorial, esa estatua gigantesca de mármol blanco con la reina Victoria sentada como si aún mandara a todo el Imperio británico. La levantaron en 1911, diez años después de su muerte, como tributo a la monarca que reinó más tiempo hasta ese momento (63 años de puro drama victoriano). Arriba brilla una figura dorada de la Victoria alada, que parece vigilar a todo el que se acerque al palacio. Básicamente es como el altar a la reina madre de todas las reinas, la abuela de Europa y una señora a la que queremos mucho en éste blog. 

Y para que luciera todavía más espectacular, abrieron el The Mall, ese camino rojo intenso que conecta Buckingham con Trafalgar Square. El pavimento se tiñó de un tono rojizo para que pareciera una alfombra real (se dice que como capricho de la reina Victoria, ya que ella quería una alfombra para su jubileo) literal un pasillo de gala para monarcas. Ahí desfilan ejércitos, pasan las carrozas en las coronaciones y bodas reales, y cada que hay ceremonia importante (como el cumpleaños del monarca o Trooping the Colour), The Mall se llena de banderas, guardias y turistas emocionados.

El tour continúa al caminar por The Mall y llegar al St James Palace, otro de los muchos pertenecientes a la familia real. 


Resulta que el St. James’s Palace está a la vuelta de la esquina de Buckingham, bien cerquita, y aunque hoy casi no sale en las postales, fue durante siglos la residencia principal de los reyes y reinas de Inglaterra. Lo mandó construir Enrique VIII (un enemigo de nuestro blog) en el siglo XVI, en pleno auge de su “colección de esposas”, y lo curioso es que lo levantó en el sitio de un antiguo hospital de leprosos dedicado a Santiago (St. James)… de ahí el nombre. Así que el lugar definitivamente tiene por ahí una que otra alma en pena. 

Por fuera parece un castillo de ladrillo rojo, menos ostentoso que Buckingham, pero con mucha más historia jugosa de arquitectura Tudor: ahí murió la reina María Tudor (Bloody Mary), ahí vivió Carlos I antes de ser ejecutado, y ahí mismo se han celebrado bodas y bautizos reales de lo más exclusivos. De hecho, hasta el siglo XIX seguía siendo el palacio oficial de la monarquía, aunque ya para la época de la reina Victoria la corte se mudó al recién remodelado Buckingham y St. James quedó como “el tío viejo” de la familia: ya no vivía el monarca ahí, pero seguía usándose para ceremonias.

Hoy en día sigue siendo palacio oficial (en teoría, todas las proclamaciones de un nuevo rey o reina se hacen en St. James, además es donde se reciben a los mandatarios internacionales), y también es hogar de algunos miembros de la familia real. Los últimos más famosos obviamente fueron Lady Di y Carlos antes de su divorcio. O sea, que aunque Buckingham se lleva las cámaras, el verdadero guardián de la tradición está ahí, bien cerquita, viendo cómo todo el drama real pasa frente a su puerta.

El tour continúa en el St James Park, en donde está lleno de turistas, animales que pertenecen a la familia real y muchas flores. Al cruzarlo, se llega al corazón de la historia inglesa: La abadía de Westminster.

Este lugar no es cualquier iglesia: es el escenario principal de la monarquía británica desde hace casi mil años. Todo empezó en la Edad Media, cuando el rey Eduardo el Confesor mandó levantar ahí una gran iglesia en el siglo XI. Con el tiempo, lo que era un monasterio benedictino se volvió el templo real por excelencia: aquí se coronan todos los reyes desde Guillermo el Conquistador (en 1066 nada menos) y, obvio, también se celebran funerales, bodas y misas históricas.

La abadía se hizo famosa porque es básicamente el álbum familiar de la realeza y la élite inglesa: en sus muros están enterrados monarcas, poetas, científicos y hasta políticos. Es decir, puedes caminar y toparte con las tumbas de Isaac Newton, Charles Darwin, Dickens... como si fuera el salón de la fama británico.

Lo más jugoso es que aquí ha pasado de todo: desde bodas televisadas como las de La Reina Isabel y el Duque de Edimburgo y la de Guillermo y Kate en 2011, hasta funerales que paralizan al país, como el de la misma reina Isabel en 2022. También se dice que, en siglos pasados, la abadía estaba tan llena de tumbas que el olor dentro no era precisamente celestial. Pero la mística pudo más, y hasta hoy sigue siendo el lugar donde Inglaterra sella su historia.

Así que Westminster es famoso porque combina religión, política, literatura y puro drama real: si Buckingham es el hogar, la abadía es el teatro donde se montan las grandes escenas de la monarquía.

Y si caminan un poquitito más... llegan ahora sí a la atracción principal


Hello Gorgeous... Hola a la Elizabeth Tower, al Big Ben, el parlamento. La postal más importante de Inglaterra y de Europa en general. 

Después de pasear por palacios, parques y abadías, llegamos al Parlamento Británico, también conocido como Palacio de Westminster, y a su vecino más famoso: el Big Ben, o como se llama oficialmente desde 2012, Elizabeth Tower.

El edificio que vemos hoy no es el original; el antiguo Palacio de Westminster se incendió en 1834, así que tuvieron que reconstruirlo prácticamente desde cero. El diseño quedó en manos de Charles Barry y Augustus Pugin, quienes lo transformaron en un ejemplo descomunal de estilo neogótico. El resultado: torres, pináculos y ventanas que parecen sacadas de un cuento de hadas… pero con un toque serio, de poder absoluto.

Y ahí es donde empieza lo chido: el Big Ben en realidad es la campana más grande de la torre, pero todos lo conocemos por el reloj gigante que domina Londres. Cada hora que da es casi un símbolo de disciplina británica… y también de los turistas desorientados que lo fotografiamos mil veces. La torre fue renombrada Elizabeth Tower en honor a la reina por su Jubileo de Diamante en 2012, porque los británicos siempre encuentran la manera de unir historia y homenajes reales.

El Parlamento, además de ser impresionante arquitectónicamente, es donde ocurre el verdadero drama político: debates encendidos, discursos épicos y, por supuesto, las discusiones que cambian el rumbo del país. Imaginen todo eso mirando por los ventanales neogóticos mientras el Big Ben da la hora exacta: es como estar en medio de siglos de poder, ceremonias y algún que otro escándalo político que los periódicos devoran.

El Big Ben no es solo un reloj; es un guardián del tiempo y de la historia que se eleva sobre Londres como un recordatorio silencioso de la paciencia y la constancia. Cada campanada resuena más allá de las calles, marcando no solo la hora, sino también los momentos que construyen vidas y ciudades. Es un símbolo de precisión y perseverancia, de cómo incluso en la imponente complejidad de una urbe, hay ritmos y estructuras que sostienen el caos. Admirarlo es recordar que el tiempo no solo se mide, sino que se respira, se vive y se organiza, como un proyecto que avanza paso a paso hacia su cumplimiento.

Lo siguiente es la caminata que nos lleva por Whitehall que es la calle más famosa del gobierno británico; pasa por Downing Street (la residencia del primer ministro) las salas de guerra de Winston Churchill, los ministerios de la nación y la Horse Guards Parade, donde se hace el cambio de guardia con los caballos y todo el espectáculo de trompetas y uniformes rojos que tanto nos encanta fotografiar.

Whitehall conecta al parlamento con Trafalgar Square.

El tour finaliza ahí y la plaza en sí es el punto de encuentro más famoso de Londres: siempre llena de turistas, manifestaciones, artistas callejeros y algún que otro loco que se sube a los leones. La gran estrella es la Columna de Nelson, que mide casi 50 metros y está coronada por la estatua de Horatio Nelson, el almirante héroe que ganó la Batalla de Trafalgar en 1805 y murió en combate.(Creo que se parece a Napoleón, pero nunca se les ocurra ni siquiera mencionárselo a los ingleses. Francia es su archienemigo) Sí, es básicamente el señor que le dio el nombre a la plaza y cuya gloria está vigilada por cuatro leones de bronce gigantes, que nadie sabe si rugen de verdad, pero sí posan para fotos y cobran vida en: Una noche en el museo 3 ☝

Y al ladito de todo esto está la National Gallery, el museo que parece que roba la atención a la columna y a los leones porque ahí dentro hay pinturas de Van Gogh, Turner, Monet, Rembrandt y muchos más, todas gratis para el público. Así que mientras afuera hay escándalo, selfies y turistas gritando, adentro reina el arte y la cultura silenciosa. 

Esta vez no entré, pero, tengo fotos muy bonitas de mi visita pasada, en donde estuve muy emocionada por ver pinturas de Van Gogh con mis propios ojos. 

Justo detrás de Trafalgar Square empieza la zona que llaman Leicester Square y Soho, que es donde se concentra la vida de compras, cines, teatros y restaurantes, y sí, también el barrio chino de Londres (Chinatown).

Ahí todo es un contraste brutal: al salir de de la solemnidad de Nelson y los leones, en cuestión de minutos ya están entre luces de neón, restaurantes, pubs, tiendas de souvenirs y gente corriendo para ver musicales en el West End. Leicester Square es como el epicentro turístico y cultural moderno, mientras que Chinatown le pone sabor, linternas rojas y ese toque picante que a todos encanta para fotos y antojos.

En pocas palabras, es el Londres más animado y cosmopolita, justo detrás de la historia y la solemnidad de Trafalgar, donde pueden ir del arte y la historia… directo a un plato de noodles o a una selfie con dragones de papel o con los personajes más famosos de la ciudad. Les voy a dejar fotos de mi primera visita.



Muy cerquita de ahí están las tiendas de M&M´s y Lego, que son una visita obligatoria que no hice esta vez porque la primera fue suficiente. 



Pero bueno, volviendo al 2025... Al terminar el tour caminé por trafalgar hasta el Sherlock Holmes Pub, porque me prometieron un desayuno británico verdadero (CARNE). 
No funcionó porque tenía que hacer reservación y obviamente no me dieron una mesa. :( 
Pero el lugar era hermoso y para una fan, emocionante. 


Al estar a punto de desmayarme por no haber desayunado nada y haber recorrido más de 5 kilómetros de tour, terminé en un Nando´s, una importante franquicia de comida rápida en la ciudad que es además un chiste recurrente entre fans de One Direction. 💖 Pedí alitas y fue una comida muy rica.


Después de comer, visité Hamleys; la juguetería más antigua del mundo y la más bonita de Europa. No ví demasiado, pero compré algo para alguien muy muy importante y ahí si ví al rey.



Aunque también tuve que lidiar con comentarios de hombres borrachos cuando iba camino a casa, no dejé que me afectara y disfruté mi regreso como un triunfo: En un día me reencontré con lo más importante de Londres y aprendí cosas nuevas. 

El día fue un paseo increíble desde la tranquilidad de Green Park hasta la energía vibrante de Leicester Square, pasando por historia, realeza y un toque de cultura urbana. Cada rincón tenía su propio encanto, y cerrar el día entre luces, tiendas y el bullicio del West End fue la manera perfecta de sentir el corazón de Londres latiendo fuerte.


Así finalizó el séptimo día y la primera semana en Londres. ¿No les parece divino?

Éstas aventuras las llevaré siempre en mi corazón.

¡Muchas gracias por leer! Y nos vemos pronto con los días que quedan. 💖💖💖💖













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